lunes, 13 de febrero de 2012

Lista de espera


Al menos en mi caso personal escuchar las palabras que dan título a estas líneas me hacen recordar una muy simpática producción del cine cubano de los primeros años de este siglo, dirigida por Juan Carlos Tabío,  época esta de grandes realizaciones cinematográficas en la isla. Allí, en una terminal cualquiera, personajes variados y cotidianos de esa Cuba, muy parecida a la Cuba de hoy, convivieron apelando al principio básico de la solidaridad humana durante unos días en que fue estrictamente necesario el aporte de todos para buscar soluciones que hicieran llevadera aquella situación a la que el destino les había destinado. Al menos hasta ayer esa era la primera idea que me venía a la mente cuando escuchaba estas palabras, hoy el orden ha cambiado, hoy conozco quizás no como un autóctono o un cotidiano visitante pudiera hacerlo, los ¨mecanismos¨ de integración comercial y facilitación social para viajantes necesitados, que es como lo llamo desde ayer, que mueven los hilos de la famosa terminal de la Coubre de la Habana.

Más paciencia que un monje budista, suficiente dinero en ambas monedas en circulación y una gruesa venda en los ojos para protegernos de las incontables agresiones a la idea de hacer de nuestro país un lugar donde la corrupción a todos los niveles no tenga cabida, donde el trabajo honrado sea premisa y las instituciones mejoren la calidad de su servicio en beneficio social, son condiciones necesarias para aventurarse a entrar por aquellas angostas puertas que dan acceso al exótico mundo de personajes que la habitan.

Aquí me detengo a pensar en cómo debo continuar con esta  historia, si hago de ella un ejercicio de crítica social acorde con los tiempos que vivimos y las tareas a las que se nos convoca de enfrentamiento al flagelo de la corrupción y a la vez soy infiel al principio con que fundé este blog, o si sencillamente monto sobre este relato una historia de amor como muchas de las que fui testigo en aquel lugar y mantengo al menos en mi conciencia  un poco de tranquilidad y respeto a las premisas de mis trabajos anteriores. Al final ustedes los lectores decidirán con que historia deciden quedarse, así que haré un poco de ambas cosas.

Con la magia de inventarnos situaciones que nos permite esa poderosísima arma que es la imaginación, pulsemos el botón de ¨Rew¨ y hagamos entrar por aquellas mismas puertas una pareja de jóvenes con conflictos, con inseguridades, motivaciones y necesidades de autodescubrimiento. Jóvenes iguales a la gran mayoría, jóvenes enamorados de una idea, de su idea de lo que es el amor. Hagamos para ellos aparecer un par de asientos mágicos y observémosles desarrollar dos trabajos dignos de la lista de doce de Hércules, arreglar un amor casi insalvable  y conseguir salir pronto hacia su destino en un ómnibus nacional.

Curiosamente en el largometraje al que hacía alusión, el personaje interpretado por un joven aún  Jorge Perrugorria, ¨el ciego¨, pieza clave en esta historia, padece cierta enfermedad ocular que ¨le priva de ver las cosas que ocurren a su alrededor¨ y le confiere ciertos beneficios por parte de los demás miembros del elenco por su condición de invidente. A diferencia de él, yo si veo y cuantos ciegos vi ese día!! Esta vez vestidos de inspectores de tránsito, vendedores en taquilla, jefes de turno y  dios sabrá de cuantas otras maneras diferentes, allí estaban, interpretando sus papeles dignos de los ya cercanos premios de la Academia. Allí estaban poniendo al servicio de los ¨facilitadores de transportación¨ como dictaba el carnet que ya incluso se atreven a portar, las debilidades del sistema implementado por la empresa de Ómnibus Nacionales, para lograr hacer escalar posiciones en la lista de espera a aquellos que están tan necesitados de salir de allí como para doblegarse ante los escandalosos precios de estos ¨servicios prestados¨. Ni los encantadores senos que bien merecieron la galleta propinada por Thaimí Alvariño al pillo de Jorge, pudieran ser suficientes actualmente si fuera ese y no al poderoso caballero Don Dinero, del único recurso con que contara cualquiera de las muchas Thaimí que habían allí ese día.

Mientras todo esto ocurría con una sincronización casi perfecta y de manera activa involucrando a los jóvenes que dejamos en el banco, estos lograron encontrar la manera de volver a dirigirse la palabra algún tiempo antes negada por circunstancias de la vida, allí el tiempo, la larga espera y una verdad imposible de ocultar entre ellos, conspiraron para que las miradas se hicieran tiernas, las horas pasaran deprisa, como ocurre cuando se está más a gusto, se alinearan  las situaciones para poder hacer recapitulaciones y enmendar viejos rencores,  se hicieran sacrificios y promesas que solo el tiempo dirá cuales serán cumplidas, allí pudieron compartir un trozo del chicle que compraran a una amable señora, allí se fundieron en abrazos cuando las condiciones del tiempo decidieron deteriorarse para darle justificaciones a las necesidades de acercar sus cuerpos hasta hacerlos casi uno, y hasta dio tiempo para que el chico enseñara a silbar a la chica.  Así de mágica puede ser también una espera destinada a ser monótona y aburrida, todo depende de quién nos toque en el asiento del lado.

 Finalmente el momento llegó, el reloj marcaba la hora de partida del ómnibus anunciada por ¨el facilitador¨ que les fue asignado por el sindicato de facilitadores, y tristemente no por la archiconocida voz  de la oficina de información a los pasajeros. Valga destacar su eficiencia y organización de los espacios de trabajo de cada cual. Boleto en mano y pago de la cantidad acordada fueron los últimos flecos de su sociedad económica, acompañados de la frase ¨No duden en buscarme la próxima vez chamas…¨, así cada cual tomó su rumbo, ellos a continuar en ¨su lucha¨ y los jóvenes a continuar escribiendo su propia vida.
Me hubiera encantado continuar el hilo de ambas historias, tanto tiempo allí los había convertido ya en rostros familiares para mí, que desde mi banco los observaba y  le daba forma a las primeras ideas de este trabajo , pero mi ómnibus también llegó, y les dije adiós a todos, aunque no me escucharon. 

6 comentarios:

  1. que lindo pipo... me siento muy muy identificada con tu historia en muchossss sentidos...sobre todo en lo de la coubre y bueno... en amores de terminal porque no..jjjeee..sigue asi.... mua

    ResponderEliminar
  2. oye por cieto se pueden punblicar cosas aca...???'

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. esa fue la idea inicial, un sitio para todos, pero nadie me ha ayudado, me han dejado solo, y tú eres mucho más que welcome.

      Eliminar
  3. Yo sinceramente no tengo palabras,cada vez q me leo alguna me parece tan o mas buena q la anterior. Esta por ejemplo, me ha recodardo, mas q recoradado me ha transportado a Mi Habana que tanto extraño. Y ya si lees esta genialida con Ricardo Arjona de fondo!!! Puffff

    ResponderEliminar
  4. Si mis palabras te han traído a la habana, hablaré de mi vida y de mi cuarto en el próximo a ver q sucede...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno haz la prueba a ver q pasa jajajaj.

      Eliminar

déjame saber eso que piensas..