jueves, 14 de agosto de 2014

Mi otoño de verano

De madrugada y por la puerta de servicio, por donde entra el músico poeta que hará un solo de sonidos quejumbrosos que irrumpirá el sueño a la insípida olvidada pasada de estación, que desatará cual volcán incontenido la terrible fuerza interior de una joven aún  no estrenada, por donde sale el que cansado de amar vuelve sonrisa en ristre dejando tras de sí suspiros y sábanas mojadas, labios estrujados de besar, esculturas a medio tallar, filigranas de compases tatuados en los surcos de una almohada…por ahí entraste apresurada, hiciste presencia corpórea, porque en ánimas ya estabas, encendiste tu faro de Alejandría o alegría en este caso, para que no me perdiera escalando por las laderas húmedas de tu Niágara, buscando la pequeña piedra de la cual brotas e inundas mis sabánas,  cual valiente consecuencia de esta historia construida con mis ganas.
Sacudiéndome en las olas de muchos mares he aprendido, incluso perdiendo los modales, que no siempre he de darle la razón a la razón, que  también se navega y llegas lejos en barcos construidos de cartón, que no hay isla tan olvidada que no pueda ser colonizada, que hay peajes que no requieren de tributos ni de nada, que la pregunta no es lo que buscas, que la respuesta que creías resulta que no siempre es lo que encuentras, que en puntos no siempre es que se acaba,  que lo que a simple vista parecen pétalos no son más que hojas, que hay dagas manchadas de carmín, que las plantas de los pies también han de ser regadas. 
Cuando se es fósforo le temes a los charcos de las calles, cuando se es fósforo vives sabiendo que si a tu lado arde la menor chispa arderás irremediablemente y a tu lado todo aquel que como tu tenga ideas combustibles, y traerás luz, y traerás calor y brillaras en los ojos que te miren, y quemaras los dedos que te sostengan si intentan agarrarte por más tiempo del que estas destinado a existir, pero preferirás mil veces  ser fósforo fugaz que vela deforme, humeante y desgastada cuando vuelva a amanecer.
No me canso de hablarte incluso cuando no estas, te cuento de tierras lejanas con reinos olvidados, de abuelas que encuentran nietos con canas, de nuncas, de quien sabe, de promesas rotas de no verte, de vudú que convierten princesas en ranas, de inmensas ballenas azules que inundan mis pequeñas ensenadas, de los despojos del después cuando se acaba, de habitaciones mal iluminadas, de camas crujientes con memoria, que cuando te marchas entonan los sonidos que les grabas, de conciertos en la nada, de soledades mal acostumbradas, de versos, de pinturas, de canción, de Sabina en una noche de balcón.