—Te amo —le dijo el Principito.
—Yo también te quiero —respondió la rosa.
—Pero no es lo mismo —respondió él, y luego continuó— Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía. Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
—Yo también te quiero —respondió la rosa.
—Pero no es lo mismo —respondió él, y luego continuó— Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía. Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
Querer es esperar, es
apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces,
cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el “bien” querido no nos
corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.
Si quiero a alguien, tengo
expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El
problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras
motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo.
Amar es desear lo mejor para
el otro, aun cuando tenga motivaciones muy distintas. Amar es permitir que seas
feliz, aun cuando tu camino sea diferente al mío. Es un sentimiento
desinteresado que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón.
Por esto, el amor nunca será causa de sufrimiento.
Cuando una persona dice que
ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. Se sufre
por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir, pues nada ha esperado del
otro. Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y
puro placer de dar. Pero es cierto también que esta entrega, este darse,
desinteresado, solo se da en el conocimiento.
Solo podemos amar lo que
conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y
el alma no se indemniza. Y conocerse es justamente saber de ti, de tus
alegrías, de tu paz, pero también de tus enojos, de tus luchas, de tu error.
Porque el amor trasciende el enojo, la lucha, el error y no es solo para
momentos de alegría.
Amar es la confianza plena
de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión
egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el
tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.
Amar es darte un lugar en mi
corazón para que te quedes como pareja, padre, madre, hermano, hijo, amigo y
saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el
contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y
dejarse amar.
—Ahora lo entiendo —contestó ella después de una larga pausa.
—Es mejor vivirlo —le aconsejó el Principito.
—Es mejor vivirlo —le aconsejó el Principito.