Con tantas suegras que te
dio la vida y no te cansas de decir si quiero.
Reza el poeta de lascivia y cultura generosa.
Pero bendita hija de tu
madre seas, bendita tu boca, tus cejas y tus manos heredadas, bendita la hora
en que decidieron engendrarte, bendita playa, bendita arena y miradas extraviadas,
bendita tus caderas, bendita bailarina y cuantas gafas rompí en aquella arena,
bendita caminata que me llena de dolores la osamenta, benditos tus besos, tus
suspiros, tu prestancia, que son crimen y castigo, que hacen blanco en mí, que
me alcanzan viejo y cansado de sentir, que son irreversibles y piden paso a
ritmo de trompeta, que son irrespetuosos rayos de luz que entran en mi estancia
, que me despiertan del letargo de no amar o de mal amar y me convocan al
combate de las ganas, y salvando las distancias con Villena, querida mía, yo
también te escribo desde el alma.