Antes que rompiera
definitivamente el día ya había despertado de tanto que esperaba, salióse de la
cama como quien tiene prisas de vivir, ese no era el lunes negro que anunciaba
la fórmula matemática, no podía serlo. Guardó sus olores de la noche, su calor
de cama, y hasta las últimas miradas entre dormidas para Aurora, no sabía si
era ese su nombre, pero sin duda alguna debía serlo sino, por lo bella que luce
en las mañanas, por como ciega los ojos de quien se atreve a mirarla de frente
cuando sonríe apenas despertar, por el olor a nuevo. Aurora no lo defraudó, allí estaba, esperándolo, con tiempo para dos besos
apenas, cuatro miradas fotográficas y dos sonrisas suficientes para renovar
votos. Aurora estaba apurada como siempre, apenas tiene minutos para él, Aurora
ya es grande y hace cosas importantes, pero hoy, estas dejaron de serlo para verlo llegar.