lunes, 28 de noviembre de 2016

Dar la cara.



Cuando me senté a escribir mi primer post, Premisas, hace ya casi 5 años, no tenía muy claro el alcance temático que daría a mi espacio, lo pensé un poco y más que un poco, y decidí finalmente dedicarlo a expresar mi manera de ver la vida, a dar mi opinión sobre el amor, los amigos, las nostalgias, los encuentros, las tristezas, los dolores, además, prometí no hablar de deportes, por miedo a ser parcial en mis pasiones, y no hablar de política tampoco, porque hay mucho tonto suelto, y soy de mecha corta. 

Pero hoy, hoy no puedo dejar de escribir, hace tiempo descubrí que es mi manera de encauzar mis impresiones, mis desconsuelos, mis desengaños, y de esos tengo muchos en estas horas. No me vale que estaba viejo, no me vale que estará en la gloria, no me vale que hizo en una vida lo que muy poco harán en muchas si pudieran, no me valen las flores, los trovadores cantores, las redes sociales, los epítetos abyectos de los que no comulgan, pero tampoco respetan, no me valen las promesas en silencio, las miradas tristes, los ojos irritados de no creerlo, no estuve listo, no lo estaré seguramente, ha muerto un padre y los hijos dignos han de llorarle, han de extrañarle, han de recogerse en apretado abrazo, han de jurarse en silencio y voz viva para el que dude entienda, que ser digno no puede ser una consigna, sino una virtud que define al verdadero ser humano. Estoy inspirado, porque estar triste es una manera de estarlo. 

Hay cauces que no soportan puentes, hay vientos para todas las alas, hay respeto para todas las creencias, hay cubil para todas las manadas, y nadie dude que hay vergüenza para mostrar el alma, hay cojones para dar la cara.