martes, 1 de julio de 2014

Tú, Magia.


Donde van a dormir los ángeles luego de un día de milagros y apariciones, sin necesidad de lluvia y con el sol ya vencido, apareció un arcoíris de sonrisas amplias en bocas diminutas, sé que es poco creíble, pero estuve allí para dar fé, tal como lo cuento sucedió: obróse  la magia y todo comenzó a ponerse lento,  inicialmente pensé que habría tomado un pequeño descanso el mundo en su frenético rotar para también disfrutar del acto, luego, comprobé que no era él, sino ella, la magia, la que había acelerado y ya mis ojos no podían seguirla, intentaba inútilmente captar todos los detalles, seguía en un intento desesperado el movimiento de sus manos, su ademanes rebuscados, sus orígenes mezclados universalmente, porque aquella magia había sido construida con una increíble mezcla de intentos, porque aquella magia no era originaria de un solo lugar, en ella convivían la funcionalidad teutónica, los gráciles y sensuales compases parisinos, los olores a viñedos españoles, la amplitud existencial de Cuba. Aquella magia ha sido presentada en muchos escenarios,  sin perder un ápice de encanto, escuche decir  que alguien del público cercano había visto el número pasar hace casi 10 años, y no tuvo más remedio que recorrer el mundo tras sus pasos, haciendo malabares para estar en cada presentación, a veces en primera fila, muchas veces detrás de telón y teloneros, así de hechicera podría llegar a ser.  Valía cada instante, llenaba cada espacio, coloreaba cada beso. Desde mi banco sentí que por momentos me miraba fijamente, me puse nervioso, acaso pensaba pedirme subir al escenario y brillar por un instante junto a ella? Acaso yo podría interpretar algún papel en aquella suerte de carrusel andante que servía de escenario? Acaso después no levaría anclas y se  iría a otros pueblos a hechizar corazones jóvenes? Es muy probable que así fuera, eso tiene la magia, dura instantes, nunca llegas a comprenderla y ahí radica la ilógica de su encanto; por eso apreté mis manos y me puse a brillar débilmente, sabía que iría cambiando de color  y ella, la magia, entendería que estando cerca, podría incluso el sol no salir ese día, habría suficiente magia y luz para iluminarnos a todos, al menos el breve instante en que se obran los milagros.