martes, 12 de marzo de 2013

Preguntas de un obrero que lee

¿Quién construyo Tebas, la de las Siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿Quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada
la Muralla China? La gran Roma está llena de arcos de triunfo.





¿Quién los erigió?
¿Sobre quienes triunfaron los césares?
¿Es que Bizancio,
la tan cantada,
solo tenía palacios para sus habitantes? Hasta en la
legendaria Atlántida, la noche en que le mar se la tragaba,
los que se hundían gritaban llamando a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?
Felipe de España lloró cuando su flota
Fue hundida. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años.
¿Quién venció además de él?
Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de la victoria?
Cada diez años un gran hombre.
¿Quién pagó los gastos?
Tantas historias.
Tantas preguntas.

viernes, 8 de marzo de 2013

Ramón Delfino


Cuando nací ya eras viejo, casi demasiado viejo para ser abuelo, porque siempre fuiste así de cabezón, todo debía hacerse cuando tú querías, cuando nací ya peinabas tu hermosa cabellera blanca, en la que nunca faltó un hebra siquiera de tus cabellos blanquísimos, cuando nací ya eras flaco y habías cosechado tu fama de gruñón, ya tenias muchos hijos e hijos de hijos, pero a mí me dieron tu nombre, a mí me tocó heredar tu nombre, y con cuanto orgullo lo recibí, siempre he dicho que utilizaré ese nombre a partir de los 40, nadie puede llamarse Yendris siendo un viejo, por eso seré el abuelo Ramón, que suena serio, que suena a abuelo. Anoche cuando me enteré que habías muerto, y a pesar de que sabía que iba a pasar más temprano que tarde, a pesar de que sabía que le habías arrancado a la muerte más de 90 años, a pesar de que sabía que odiabas cuidarte, me quedé muy vacio, vacio hasta de palabras, algo que nunca me falta, me sorprendía el hecho de que no me salían las lágrimas, me cuestioné mi condición humana, incluso mi cariño por ti, luego, cuando comprendí el profundo vacío que deja tu partida, no pude parar de llorar en horas, yo que no suelo llorar casi nunca, me debatía en el hecho de que tenía que ser fuerte, los consejos e intentos de consuelo nunca son efectivos en estos casos, la mejor de las soluciones es llorar, las lágrimas limpian el alma, las lágrimas vienen amarradas a las recuerdos, las lágrimas inundan y ahogan el dolor.   Nunca creíste en lugares mágicos después de la muerte, siempre fuiste un hombre práctico, de planificación sencilla, de dominó, de números y de beisbol, así te recordaré mi viejo, con el orgullo inmenso de llevar tu nombre, donde quiera que vayas sé que serás genio y figura, sé que impondrás tu voluntad incluso más allá del más allá, porque ese siempre has sido tú. Un apretón de manos huesudas y temblorosas, un beso...